Mariano Moreno (1778-1811) era un asceta silencioso y torvo, y dirigía todos sus actos y órdenes a destrozar el antiguo sistema colonial. De su puño y letra salió el famoso Plan de Operaciones, al cual se debe que mariscales españoles, curas y notables del Virreinato hallan sido pasados por las armas sin contemplaciones. Hablaba latín, francés e inglés. Se doctoró en teología y en derecho. Abogado de fama en Buenos Aires, asesor del Cabildo, relator de la Audiencia. Estaba siempre débil y enfermo, con las mejillas picadas de viruela, y recién contaba 31 años en 1810. Moreno tubo una acelerada carrera, desde ser un abogado exitoso hasta su muerte en alta mar durante una misión diplomática. Fueron siete meses acelerados y jadeantes, desde su incorporación a la Junta hasta su partida a Europa.
Aborrecía la vanidad y la corrupción de los poderosos con la vehemencia de un volcán. Despreciaba a los aduladores y a los obsecuentes. Detestaba las desigualdades y la servidumbre en todas sus formas. Pero además, y esencialmente, amaba la libertad.
Sabía que la libertad de prensa era la esencia de la democracia y fundó la Gazeta de Buenos Aires. Sabía que la educación y la lectura eran las únicas vías hacia el futuro y fundó la Biblioteca Nacional. Sabía que la agricultura era un camino posible hacia la prosperidad y escribió la Representación de los Hacendados, un verdadero proyecto económico anclado en la creencia del libre comercio. Sabía que la Revolución de Mayo era una larga tarea y escribió el Plan Revolucionario de Operaciones, un audaz tratado táctico y estratégico para tiempos de guerra. Sabía que los traidores, los cobardes y los asesinos abundaban en aquellos turbulentos días de Mayo, cuando nacía esta nueva Nación, y los enfrentó sin medir riesgos.
Moreno, jacobino y rabiosamente antiespañol, se había enemistado con Cornelio Saavedra, moderado y conciliador con las ex autoridades coloniales. Este último había logrado imponerse sobre Moreno. Como en todos lados se comenta, Saavedra lo envía en misión diplomática a Europa para desembarazarse de él. Hasta los diplomáticos ingleses en Río de Janeiro, comentan esta treta.
Antes de partir Moreno ya había renunciado a la Junta como secretario. El 24 de enero de 1811 se embarca para Londres. "Me voy, pero la cola que dejo será larga", les dice a sus amigos.
Cierto día, su mujer, María Guadalupe Cuenca, recibe un pequeño envoltorio sellado. En su interior hay un velo negro, un abanico de luto y una nota que dice: "Estimada señora como sé que va a ser viuda, me tomo la confianza de remitir estos artículos que pronto corresponderán a su estado". Como si no alcanzara con el velo y el abanico.
Todos lo acompañan hasta el embarque, hasta los saavedristas, los mas interesados en que se fuese.
La escuna inglesa Misletoe lo lleva al puerto de Ensenada, donde se encuentra con sus dos secretarios, Tomás Guido y su hermano Manuel. Les dice en voz baja: "Algo funesto se anuncia en mi viaje..."
Al otro día aborda la fragata británica Fama, que enfila hacia el mar escoltada por un convoy, por las dudas que en la vecina orilla se decidieran a atacar al ex secretario. A poco de partir Moreno enferma, lo que no impide que haga una traducción al inglés para ejercitar el idioma.
Al empeorar la salud de Moreno, su hermano suplica al capitán que se desvíe a algún puerto cercano, pero el capitán del barco no accede a variar el rumbo y brindarle la atención que necesita, ya que no había médico ni medicinas en el barco, según su hermano Manuel.
"Su último accidente fue precipitado -dice su hermano- por la administración de un emético, que el capitán de la embarcación le suministró imprudentemente, y sin nuestro consentimiento".
Una fuerte convulsión sacude su organismo derrotado. Guido y su hermano Manuel, sobrecogidos de angustia, recogen sus palabras entrecortadas. Indicaciones sobre la misión diplomática. Perdón a amigos y enemigos. Frases de amor para su esposa e hijo. Y un viva la patria. Según dice su hermano Manuel sus últimas palabras fueron "Viva la patria aunque yo perezca". Luego se sumergió en un agonizante estado de coma que duro tres días. Muere en la madrugada del 4 de marzo de 1811, cuando tenía "31 años, 6 meses y un día" dice Manuel Moreno.
Su cuerpo, envuelto en la bandera inglesa, es expuesto en la cubierta de la embarcación durante todo el día, y a las cinco de la tarde se hunde en el mar, tras unas salvas de fusilería. "Hacía falta tanta agua para apagar tanto fuego", dice don Cornelio Saavedra cuando es anoticiado.
María Guadalupe Cuenca de Moreno, no se deja amedrentar por el funesto obsequio que había recibido, y le escribe cartas a Moreno por más de cuatro meses, en una misiva del 14 de marzo de 1811 le escribe: "Mi querido y estimado dueño de mi corazón me alegraré que lo pases bien y que al recibo de ésta estés ya en tu gran casa con comodidad y que Dios te dé acierto en tus empresas". Solo diez días después de la muerte de su querido esposo.
Su muerte es muy dudosa, y conveniente para los Saavedristas, que se quitan del medio a quien les dioó tantos dolores de cabeza.
Ya se corría la voz de que lo querían asesinar, antes de que Moreno embarcara.
La casualidad, tal vez, haría que el gobierno porteño firmara contrato con un tal Mr. Curtis, el 9 de febrero de 1811, es decir, 15 días después de la partida del ex secretario de la Junta de Mayo y sin conocer la noticia de su muerte. Se le adjudica una misión idéntica a la de Moreno para el equipamiento del incipiente ejército nacional. El artículo 11 de este documento dice "que si el señor doctor don Mariano Moreno hubiese fallecido, o por algún accidente imprevisto no se hallare en Inglaterra, deberá entenderse Mr. Curtis con don Aniceto Padilla en los mismos términos que lo habría hecho el doctor Moreno". ¿Qué tal?
Otro dato curioso es que el capitán de la fragata Fama, cuyo nombre no registra la historia argentina, jamás volvió a pisar Buenos Aires aunque sí regresó el buque.
Castelli y Monteagudo no dudan de que a Mariano Moreno lo hayan asesinado. Nunca se sabrá que es lo que el capitán de la fragata Fama le administra "imprudentemente". Veneno según opinan algunos.
El 9 de marzo de 1813 la Asamblea General Constituyente formó una comisión especial que tenía el objetivo de investigar la actuación de los gobiernos anteriores, a partir del 25 de mayo de 1810. Con relación a la muerte de Moreno, figuraron ciertas denuncias de que Moreno renunció a la Junta por miedo a que lo matasen. Y también personas que escucharon "Ya está embarcado y va a morir".