EL JUICIO AL PAPA MUERTO


Tras la muerte del Papa Formoso I en el año 896 de nuestra era, sube al trono pontificio Bonifacio VI con el apoyo de Lamberto de Spoleto, quien ostentaba el poder en Roma en aquel momento. Lamberto, junto a su madre Agiltrude, impulsa la realización de un juicio contra el Papa fallecido que no había apoyado a la familia Spoleto en sus reivindicaciones políticas durante su papado.

Esteban VI - sucesor del malogrado Bonifacio que falleció pocos días después de asumir - manda nueve meses después de la muerte de Formoso, exhumar su cadáver y someterlo a juicio en un concilio que reunió a tal fin y que ha pasado a la historia como el Concilio cadavérico, Sínodo del terror o Sínodo del cadáver.

En dicho concilio, celebrado bajo la presidencia de Esteban VI en la Basílica Constantiniana se procedió a revestir el cadáver de Formoso de los ornamentos papales y se le sentó en un trono para que escuchara las acusaciones. La principal de las cuales fue que siendo obispo de una diócesis, la de Porto, la había dejado para ocupar como papa la diócesis de Roma.

Encontrado culpable se declaró inválida su elección como Papa y se anularon todas los actos y ordenaciones de su papado. A continuación se despojó el cadáver de sus vestiduras, se le arrancaron de la mano los tres dedos con que impartía las bendiciones papales y sus restos fueron depositados en un lugar secreto, donde permanecieron hasta los tiempos de Teodoro II cuando fueron restituidos a la Basílica de San Pedro



El Papa Juan IX convoca dos concilios uno en Rávena y otro en Roma en los cuales se promulga que toda prueba futura sobre una persona muerta fuese prohibida. Sin embargo, el Papa Sergio III al acceder el trono en el 904 anula tanto los concilios convocados por Juan IX y Teodoro II e inició un segundo juicio contra el cadáver, hallándolo nuevamente culpable. Los restos de Formoso fueron arrojados al Tíber para que desapareciesen de la faz de la tierra pero se enredaron en las redes de un pescador, que lo extrajo de las aguas y lo escondió. 


Finalizado el pontificado de Sergio III, los restos fueron depositados en el Vaticano, donde yacen hasta el día de hoy.


Fuente : wikipedia