LA MUERTE DE ATILA

Dicen que por donde pasaba el caballo de Atila, no volvía a crecer el césped. Hombre temible si los hubo, el rey de los hunos era conocido como el azote de Dios. Las crónicas lo retratan como un personaje muy violento, de gran valentía y excelentes dotes para la lucha cuerpo a cuerpo. Cualquiera hubiera pensando que habría de morir defendiendo su bandera, montado a su caballo. Sin embargo, Atila encontró la muerte haciendo el amor con su esposa, en las celebraciones de su propia boda.

Murió en el 453. En aquellos tiempos, los nobles y los militares de alto rango se dejaban llevar por todo tipo de excesos durante las fiestas, podían durar meses, incluso un año completo. No faltaba el alcohol ni los banquetes más lujosos. Se comía hasta el límite y las mujeres desfilaban sin cesar, incluso para el recién casado.

Según cuenta el historiador Prisco de Panio, el problema de Atila fue una hemorragia nasal que lo atacó mientras hacia el amor con su reciente esposa Ildico, de origen godo. Sus tropas, al descubrir el cuerpo sin vida, le cortaron el pelo y se lastimaron la piel con sus espadas. Aseguraban que al más grande de todos los guerreros no había que llorarlo con lágrimas sino con sangre. Fue enterrado en un triple sarcófago de oro, plata y hierro, junto con parte de sus riquezas. Todos los soldados que participaron en el funeral fueron sacrificados instantáneamente para que nunca se rompa el secreto de dónde descansaban los restos del rey de los hunos.

Otro cronista, el Conde Marcelino, asegura que Atila fue asesinado por su propia mujer. Al parecer, en un momento de descuido le atravesó la cara con una daga. Esta versión se deslizó por distintas obras literarias, pero es rechazada por los especialistas. La tildan de responder a fantasías románticas. La oficial, por el momento, es la de Prisco que fue contemporáneo al guerrero y conocía el trasfondo político de sus campañas.

Increíblemente, la muerte de Atila signó el final del avance de los hunos. Nadie supo continuar con sus conquistas. Su principal enemigo, el Imperio romano de occidente, ya había entrado en decadencia, pero cayó recién en el 476, sucumbiendo bajo el ataque de distintos pueblos del norte europeo.