MALVINAS, LAS HERIDAS ABIERTAS



Alguna vez Jorge Luis Borges declaró :  "En otros tiempos yo estaba muy inquieto por mi país, pero ahora estoy desesperado. Los militares que nos gobiernan son tan incompetentes, tan ignorantes... Nadie conocía esas islas. Hizo falta que nuestros militares la desenterraran para hacer la guerra; los militares nuestros son mucho más peligrosos para nuestros compatriotas que para el enemigo. Las Malvinas fue una guerra de dos calvos por un peine".

Las Malvinas son argentinas, decimos todos, pero no todos tenemos en claro si los argumentos son válidos porque no conocemos en totalidad la historia de las islas. Pero más allá de eso, lo que no nos puede despertar dudas, es que entendernos dueños no nos da derecho a una invasión imprevista y anacrónica. La soberanía sobre ellas habría que haberla reclamado por todos los medios posibles y siempre teniendo en claro que la solución de todo conflicto implica evitar por completo una confrontación bélica.

Lo cierto es que el presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri, asesorado por sus secuaces ultra-nacionalistas y alentado por una facción del pueblo, vio en ella la posibilidad de manipular la opinión pública intentando encubrir los resultados nefastos de su gestión.

Y allí fuimos, mejor dicho, fueron nuestros jóvenes, muchos de ellos con tan sólo 18 años, venidos de las provincias del norte donde el clima no puede ser más antagónico respecto al del Atlántico Sur, con escasa o nula instrucción militar y precariamente armados.

A pesar de que intentaron hacernos creer lo contrario, la guerra estaba resuelta apenas comenzada. Duró 60 días, 45 de combates, y sólo porque nuestros chicos pelearon con una gravura insospechada y porque el heroísmo incalculable de nuestros pilotos de la Fuerza Aérea le complicaron la contienda a la armada británica.

En ella murieron 649 argentinos: 323 durante el hundimiento del crucero General Belgrano y 326 en el archipiélago.  Pero esto no es todo, el Estado no tiene cifras oficiales, pero entre los veteranos la mayoría habla de más de 350 casos de suicidios. Hay incluso quienes afirman que ya son 454 los ex combatientes que se quitaron la vida. El dato, más simbólico que estadístico, estremece: la cantidad de suicidios de ex combatientes argentinos de la Guerra de las Malvinas ya es superior al número de los que cayeron durante el combate en las islas.

“Todos los que estuvimos en Malvinas –confiesa César González Trejo, fundador de la Federación de Veteranos de Guerra– nos preguntamos en algún momento si no hubiera sido mejor que nos quedáramos allá. Siempre surge la pregunta: ¿por qué él, por qué mi compañero, y no yo?”

Hace pocas semanas, González Trejo perdió a un amigo y compañero de militancia, Ignacio Bazán, que apareció colgado en su casa de Lanús. De los soldados conscriptos que sobrevivieron a la guerra, Bazán era el único que había sido condecorado con la medalla de honor al valor en combate por su heroico rescate de un compañero que se había caído al mar.

"Un día no tenía un mango y fue a empeñar la medalla al Banco Ciudad", recuerda González Trejo con lágrimas en los ojos. Dice que Bazán estaba orgulloso de su experiencia en Malvinas. El problema fue lo que vino después: una sociedad que miró para otro lado, que no recordó a los que murieron ni contuvo a los que volvieron. La maldita "desmalvinización".

Antes del de Bazán, el último caso que trascendió en los medios fue el de Ramón Antonio Acevedo, también conocido como "Pucará". Trabajaba como pescador y vivía en un pequeño rancho sobre el río Paraná, en la localidad chaqueña de Puerto Vilelas. Tenía cinco hijos. En diciembre pasado, luego de que lo internaran por un problema de cirrosis, se disparó con una escopeta.

Las historias se repiten, pero son todas distintas, todas únicas. Los hechos hablan con la fuerza de los símbolos: hace siete años, Eduardo Paz, desempleado, dejó sin padre a sus seis hijos al arrojarse al vacío desde el Monumento Nacional a la Bandera, en Rosario. Una semana antes, el gobierno provincial le había dado una casa.