JUANA DE ARCO, LA GUERRERA DE DIOS


Juana de Arco, una joven mujer campesina, nacida en 1412 en Domremy. Una mujer que con su fuerza creyó desde el primer momento que era mandada por Dios para unir al pueblo francés y repeler a los invasores ingleses. Con esa supuesta intervención divina, Juana guió a los suyos a una aplastante victoria en Orleans, derrota que dejó muy tocados a los ingleses en su intento de conquistar Francia durante la Guerra de los Cien Años. Un año más tarde, Juana fue capturada por los borgoñones, aliados franceses de Inglaterra, siendo quemada en la hoguera.

En la Francia de 1420 se estaba gestando un conflicto entre Carlos VII, hijo y heredero del rey Carlos VI, y el rey inglés Enrique VI. La controversia se debía a que el trono francés había quedado vacío. El rey Enrique hizo alianza con Felipe el Bueno, duque de Borgoña, y sus ejércitos ocuparon buena parte de la zona septentrional de Francia.

A finales de 1427, cinco años después de la muerte de su padre, Carlos aún no había sido coronado. Todas sus esperanzas de subir al trono, unir al pueblo francés y expulsar a los ingleses se habían desvanecido. Para empeorar las cosas, Reims, la ciudad en la que tradicionalmente se coronaban a los reyes franceses, pasó a manos inglesas. Esto significó para Carlos un motivo más de desafío por parte de los ingleses.

El pueblo de Domremy, situado en la frontera entre las tierras de los anglo-borgoñones y las francesas, fue objeto de constantes amenazas por los soldados ingleses. Muchos habitantes huyeron de sus hogares ante los ataques masivos, mientras que otros perecieron por defender la ciudad.

En esas estábamos cuando Juana, en razón de su fervor religioso, viajó a Vaucouleurs y exhortó al comandante de la plaza, Robert de Baudricourt, para que la dejara ir a ver a Carlos VII a Chinon. Juana fue devuelta a su casa, creyendo todos que había perdido la cordura. Pero un año más tarde, en 1429, volvió de nuevo a Vaucouleurs. Esta vez su firmeza y su piedad le sirvieron para ganarse a las gentes del pueblo, y el comandante le permitió viajar a Chinon acompañada de seis caballeros.

El 6 de marzo de 1429, finalmente Juana fue invitada a la corte de Carlos VII.

Al mes siguiente, Juana llevó al ejército francés contra las fuerzas inglesas en Orleans. Aquella gran victoria a principios de mayo supuso que el ejército inglés tuviera que levantar el sitio y abandonara el Valle del Loira. Poco después, con la ayuda de 12.000 soldados, Juana acompañó a Carlos VII a Reims donde fue coronado como rey de Francia. En compensación, Carlos VII le otorgó a la aguerrida joven el título de Dama de Orleans, concediéndole un lugar de honor a su lado.

Al año siguiente, Carlos VII recompensó los servicios que Juana había prestado a Francia y el hecho de que, gracias a ella, fuera coronado rey. 

Llegados a este punto, teóricamente Juana ya no tenía nada más que hacer en el ejército. Había cumplido su promesa perfectamente, o según ella, simplemente había cumplido correctamente las órdenes que le habían asignado sus voces divinas. Pero ella, como muchos otros, vio que mientras la ciudad de París estuviese tomada por las tropas inglesas, difícilmente el nuevo rey podría hacerse claramente con el control del reino de Francia. 

Sin embargo, sobrevinieron acuerdos y desacuerdos, con treguas y negociaciones políticas entre el Duque de Borgoña y Carlos. Este temía crearse una mala imagen llevando a cabo una conquista violenta de tierras que entonces pasarían a sus dominios; pero por otro lado, el Duque de la Borgoña necesitaba ganar el tiempo suficiente para rehacerse de sus derrotas.

Comenzaron entonces las desaveniencias con el rey, ya que Juana no compartía su actitud pactista, creyendo que expresaba la intención de abandonar definitivamente la lucha,  lo que en definitiva no era cierto sino que simplemente el rey optaba por pensar y defender la opción de conquistar París por la paz, tratados y otras oportunidades en un futuro. 

De todos modos Juana emprendió su campaña para tomar París, fracasando estrepitosamente, y en marzo, en la batalla de Compiègne, fue capturada por los borgoñones.


De ahí fue vendida a los ingleses que, después de un largo proceso llevado a cabo por el obispo inquisidor Pierre Cauchon, la acusaron de brujería y hechicería. Fue llevada al cementerio de Saint Ouen, y allí, en una pira, la quemaron en la hoguera el 30 de mayo de 1431, cuando apenas contaba con 19 años.

Luchó toda su corta vida por Francia en nombre de Dios, y fueron los franceses y los representantes de Dios quienes la condenaron. Hoy, los mismos franceses la consideran un símbolo nacional, y la Iglesia, una santa.