LA ULTIMA TENTACION DE OSCAR WILDE


Oscar Wilde es considerado uno de los dramaturgos más destacados de todos los tiempos; además, fue una celebridad en su época debido a su gran y aguzado ingenio.

En el apogeo de su fama y éxito, mientras su obra maestra, La importancia de llamarse Ernesto, seguía representándose en el escenario, Wilde se burlaba de todos, y también de sí mismo: Yo puedo resistir todo, menos la tentación, decía.

Y así fue que se sintió atraído por el hijo del marqués de Queensberry, con quien compartió un romance, fascinado por su belleza lánguida y juvenil. Cuando el padre se enteró, comenzó su debacle.

Al cabo de tres procesos humillantes, que alimentaron a la prensa e indignaron a los ciudadanos que lo catalogaron de corruptor de la costumbres, fue condenado, por cometer actos de grosera indecencia con jovencitos.

Pasó dos años en la cárcel, trabajando a pico y pala. Sus acreedores remataron todo lo que tenía. Cuando salió, sus libros ya no aparecían en las librerías y tampoco sus obras en los escenarios. Nadie lo aplaudía, ni se le acercaba.

Vivió solo y bebió solo, pronunciando para nadie sus brillantes frases.

Afortunadamente para él, la muerte pronto vino a buscarlo.