GUILLERMO VILAS, UN LUCHADOR

A su primer maestro, Felipe Loccicero, le preguntó un día: "Que hacen los campeones?" "Entrenan 4 horas diarias", fue la respuesta. "Entonces yo entrenaré seis", respondió.

Con el tiempo y apoyado en su talento, sacrificio y fervor llegó a ganar 62 torneos, incluyendo su mayor conquista, la del 11 de septiembre de 1977, cuando venció a Jimmy Connors en la final del Abierto de EE.UU., y se ubicó en la cima del mundo.

Fue número 2 del mundo en el ránking Grand Prix de 1974, 1975 y 1977, año este en que construyó su mejor temporada tras ganar 16 torneos sobre 33 disputados. Entre ellos, Roland Garros y Forest Hills. Fue indiscutiblemente el mejor del mundo ese año, aunque quedó para el anecdotario que el sistema de puntuación que se inauguraba mostró su vulnerabilidad y lo registró en el segundo puesto del ránking ATP.

Durante ese 1977 cosechó 128 victorias y apenas 14 derrotas. Estableció el récord de 50 victorias consecutivas. Llegó al 90,1% de efectividad. Además, sobre polvo de ladrillo acumulé 53 partidos invicto, marca que recién alcanzó el español Rafael Nadal 29 años después.

Guillermo logró su primer torneo profesional en noviembre de 1973 y el último, en julio de 1983. Fue una década de imparable ascenso, jalonada por sus consagraciones en Australia (dos veces), y las ediciones de Roland Garros y el Abierto de los Estados Unidos, en 1977, hitos del Grand Slam que no minimizaron otros galardones como, por ejemplo, sus tres liderazgos del Grand Prix, sus 61 torneos, su medio centenar de partidos ganados en forma consecutiva, a lo largo y ancho del planeta.

Su estilo luchador y perseverante, rompió el molde del estereotipo de jugador de tenis, generando una profunda revolución en este deporte hasta entonces minoritario y elitista. Fue él quien popularizó el tenis en nuestro país abriendo sus puertas a miles y miles de jóvenes que comenzaron a practicarlo, muchas veces remando en contra de las corrientes conservadoras y los stándares tradicionales instalados en las dirigencias. Fue él quien hizo que el hasta entonces exclusivo Buenos Aires Lawn Tennis Club, se llenara de gente, de banderas y de color, en aquellas memorables contiendas por la Copa Davis, incluido el inolvidable triunfo en semifinales sobre los Estados Unidos.

Ese es su legado: él nos abrió las puertas para ir a jugar.


Por Gabriel Real | La Sodera 2012