Cuando se habla de asesinatos en serie, inmediatamente pensamos en Jack el destripador, el primer asesino serial de la criminología moderna.
En cuanto a la cantidad de asesinatos cometidos, tanto los investigadores de la época como los que les siguieron, han tenido divergencias importantes. Mientras que la prensa y la creencia popular le atribuyeron en aquellos tiempos un total de 14 asesinatos, las investigaciones oficiales, tanto de la época como posteriores, indican que tal vez fueran entre 5 y 7 la cantidad de víctimas.
Sin embardo el verdadero motivo por el que ha pasado a la historia y se ha convertido en leyenda, ha sido su manera de burlarse de sus perseguidores, nada menos que la Scotland Yard, la central de policía más famosa del mundo en aquella época.
Lo cierto es que durante algo más de un año, en las calles del suburbio londinense de Whitechapel y aún en el resto de Londres, cundió el terror. El pánico y el escándalo que levantó este asesino fue tal, que la propia reina Victoria intimó al Ministro del Interior a que resolviera el caso con premura.
El primer asesinato “oficial”, fue cometido el 31 de agosto de 1888. Poco antes del amanecer, su cadáver fue hallado por dos transeúntes. El cuerpo presentaba un profundo corte en la garganta que casi la había decapitado; el brazo derecho también aparecía casi separado del resto del cuerpo; la frente había sido despellejada y le habían cortado la nariz; presentaba un largo corte en el abdomen, del cual habían extraído varios órganos, algunos de los cuales habían desaparecido y otros, el hígado y los intestinos, habían sido depositados a los pies de la víctima; a ambas piernas le habían quitado los músculos y habían sido depositados junto al cuerpo con la nariz y ambos senos.
El cadáver de la infortunada mujer sólo pudo ser reconocido algunos días después, cuando fue identificado por su padre y su ex-marido. Se trataba de Mary Ann Nichols, una mujer de 42 años madre de 5 hijos, la que, tras echar a perder su matrimonio como consecuencia del alcohol, se había dedicado a la prostitución.
Dos asesinatos a prostitutas ocurridos el 6 y el 11 de agosto también le fueron atribuidos, aunque las investigaciones más serias coinciden en que debió tratarse de otro u otros asesinos, debido a la falta de coincidencias en el modo de operar. Una de ellas había sido apuñalada 39 veces, mientras que la otra había muerto producto de un fuerte golpe en la cabeza y le habían introducido un objeto en la vagina.
En la madrugada del 8 de setiembre fue hallado el cadáver de Annie Chapman, una mujer de 45 años de edad, alcohólica y prostituta, quien había perdido a su familia compuesta por su esposo y tres hijos, algunos por enfermedad y otros en accidentes. Su cadáver presentaba una herida en el cuello similar a la de Mary Ann Nichols, habiendo sido casi decapitada. No presentaba signos de haber ofrecido resistencia. Su abdomen, al igual que en el asesinato anterior, había sido abierto, posiblemente con un pequeño y afilado cuchillo, similar al que empleaban los cirujanos. Sus intestinos habían sido extraídos de la cavidad abdominal y colocados junto al cuerpo. También habían removido la vejiga, la vagina y el útero, órganos que no se encontraban en la escena del crimen. El asesino había colocado junto al cuerpo y en perfectos orden, un cepillo de dientes, un peine y un pañuelo.
El 30 de setiembre, se halló el cadáver de Elizabeth Stride, una prostituta de origen sueco, quien había perdido a su familia en un accidente naval. En esta ocasión, la única herida que presentaba el cuerpo de la víctima, era el corte en la garganta, similar al de las otras dos víctimas. La falda de la mujer había sido levantada, pero no presentaba otras señales de violencia. Se estima que en esta ocasión, el asesino no había tenido tiempo de completar su trabajo, quizás porque estuvo a punto de ser descubierto.
El cuerpo sin vida de Catherine Eddows de 46 años de edad, de profesión prostituta y, como las anteriores víctimas, afecta a la bebida, fue encontrado en la mañana del 30 de setiembre de 1888. También degollada, su cuerpo presentaba las mismas incisiones en el vientre que las dos primeras víctimas. Sus intestinos aparecían junto al cuerpo, y habían extraído, entre otros órganos, uno de los riñones.
El 9 de noviembre, la joven de 25 años llamada Mary Jane Kelly, apareció muerta en una habitación que rentaba. Mary Jane, al igual que todas las demás mujeres asesinada, se dedicaba a la prostitución. Este crimen fue mucho más violento que los anteriores, habiendo sido herida en muchas partes. Las mutilaciones fueron mayores que en los casos anteriores. Luego de este horrendo homicidio, Jack el destripador desapareció.
Tanto la policía de la época, como investigadores posteriores, nunca pudieron develar la identidad del homicida ni su paradero. Muchos fueron los detenidos en esos momentos, pero todos debieron ser liberados ante la falta total de evidencias que los vinculara con los crímenes.
Posteriormente, muchas fueron las hipótesis que se manejaron, barajándose varios nombres, aunque ninguno con pruebas suficientes que los vincularan con los horribles asesinatos. Se creyó que se trataba de un médico o un carnicero, debido a la precisión de los cortes. Se dijo que había sido un peluquero y otra versión habla de que posiblemente se tratara de un artista. Algunos, inclusive, llegaron a especular con que se trató de un miembro de la familia real. Sin embargo, las pistas más firmes indicarían que posiblemente se tratara de un miembro de la policía. Resulta sospechoso que, cuando a quien se encontraba en el tercer lugar en el escalafón de la policía se le adjudicó la responsabilidad de la investigación, los asesinatos cesaron.
Sin embargo, ninguna de las versiones cuenta con las pruebas necesarias para determinar la verdadera identidad de quien, en su momento, fue la pesadilla de la policía de Londres, el terror de las prostitutas y una gran fuente de noticias para los periódicos de todo el mundo.
Las brumosas y oscuras callejuelas del barrio bajo de Londres y la silueta de un hombre elegante y bien vestido, han sido una fuente inagotable para las novelas, las películas y el teatro de todos los tiempos. Su fama se convirtió en leyenda, tanto por la crueldad de los homicidios, como por el misterio de la identidad del asesino, como la aún más misteriosa desaparición.