Diógenes de Sinope, conocido también como “el Cínico”, fue un filósofo griego que nació en el 412 a.C. y que pasó toda su vida en Atenas, sumido en la extrema pobreza, abocado a la reflexión y exposición de sus ideas y llegando a prescindir de todo lo material.
No poseía ni quería nada. Vestía, cuando no andaba desnudo, con harapos. Pero a pesar de su autoconfinamiento y su condición de anacoreta, Diógenes era requerido y consultado por otros filósofos, políticos y militares, y llegó a tener prestigiosos discípulos.
Con el tiempo fue ganando prestigio y su nombre llegó a oídos de Alejandro Magno, quien quiso conocerle.
Cuenta la leyenda que estando el pensador expuesto al sol, se le presentó el macedonio diciéndole que él era el gran Alejandro y que estaba dispuesto a hacer por el filósofo cualquier cosa que estuviera a su alcance para contar con sus sabias palabras. Diógenes alzó su cabeza y le contestó: "Pues apártate, que me estáis tapando el sol".
Quienes estaban presentes se ríeron de él por dejar pasar semejante ocasión, pero Alejandro les reprochó su actitud diciendo: "De no ser Alejandro, habría deseado ser Diógenes".