En 1973 apareció por primera vez Clemente. Fue en la página de humor de Clarín de Buenos Aires, aunque como un personaje secundario que acompañaba a Bartolo, un conductor de tranvía. Pero pronto se notó quien había nacido para pito y quien para trompeta.
Clemente fue un ser físicamente extraño. Al comienzo amagó con ser un pato, pero luego nos dimos cuenta que no lo era. Se trataba de un ser sin alas ni brazos y cubierto de rayas verticales que le rodean el cuerpo en círculos.
Clemente fue madurando con el tiempo, como todos, y ha sufrido una evolución psicológica a lo largo de su historia, partiendo de la inconciencia similar a la de un pájaro, pasando por un estadio infantil o pseudo infantil, hasta llegar a la personalidad madura, con la cual encarnó muchos de los tópicos de la viveza criolla o el porteño chanta.
Clemente fue un ser físicamente extraño. Al comienzo amagó con ser un pato, pero luego nos dimos cuenta que no lo era. Se trataba de un ser sin alas ni brazos y cubierto de rayas verticales que le rodean el cuerpo en círculos.
Clemente fue madurando con el tiempo, como todos, y ha sufrido una evolución psicológica a lo largo de su historia, partiendo de la inconciencia similar a la de un pájaro, pasando por un estadio infantil o pseudo infantil, hasta llegar a la personalidad madura, con la cual encarnó muchos de los tópicos de la viveza criolla o el porteño chanta.
Fue sumamente crítico de la realidad socioeconómica, amante de las mujeres y del fútbol, como todo argentino. Se alimentaba fundamentalmente con aceitunas y ocasionalmente tomaba mate.
A propósito de las aceitunas, tuvo durante el mundial de fútbol de 1978, una curiosa y ficticia discusión sobre el tirar papelitos en las canchas con el relator José María Muñoz. Este decía que no había que arrojar papelitos a las canchas durante los partidos ya que eso hacia posible las lesiones en los jugadores, y clemente a modo de broma sugirió entonces que se arrojaran carozos de aceituna.
Pero además Clemente fue un filósofo surrealista, por eso no fue extraño verlo hablar con una piedra, a escuchar las conversaciones de una familia de pulgas sobre su lomo, con el busto en mármol de Sigmund Freud, con un «clementosaurio», o incluso con una aceituna que se negaba a ser comida.
Sus dos grandes amores fueron: Mimí, un canario hembra aristocrática, conservadora y muy romántica que vivía en una jaula y estaba profundamente enamorada del protagonista, y la Mulatona, una especie de Clemente hembra que encarna las fantasías masculinas sobre las mujeres mulatas.
Clemente tuvo dos hijos: Jacinto, siempre sentado en el suelo sobre un charco que solía tener largas conversaciones filosóficas con su padre en las que llegaba a conclusiones originales y disparatadas. Nacido de una aceituna, era hincha de River, y usaba un piercing en la nariz y chupete; y Clementina,segunda hija de Clemente, era hija también de La Mulatona y morena como ésta.
Hoy Clemente se nos ha ido. Nos ha dejado para siempre su entrañable imagen grabada en nuestras mentes y la incógnita perpetua de su verdadera especie. Todavía tenemos que escuchar a algunos escépticos que dicen que se trató de un personaje del Negro Caloi, y que con él se fue.