EL DESTINO MANIFIESTO


Desde que los primeros colonos comenzaron a habitar el territorio norteamericano llegados desde Inglaterra y Escocia, se hablaba de la doctrina del Destino manifiesto, una suerte de mensaje de la Providencia supuestamente dirigido a esta emergente nación - nadie conoce detalles de cómo ni cuándo - que le otorgaba el derecho de extenderse por todo el continente, para el desarrollo de la libertad y el autogobierno. Claro que si en su obra encontraban algún tipo de oposición y los nativos obrasen injustamente con ellos, también por encomienda divina, se reservaban el derecho a entablar una guerra con ellos y de ser necesario, someterlos.

Las palabras del presidente Theodore Roosevelt en su mensaje anual de 1904, lo dicen todo:

"Si una nación demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de las conveniencias en materia social y política, si mantiene el orden y respeta sus obligaciones, no tiene por qué temer una intervención de los Estados Unidos. La injusticia crónica o la importancia que resultan de un relajamiento general de las reglas de una sociedad civilizada pueden exigir que, en consecuencia, en América o fuera de ella, la intervención de una nación civilizada y, en el hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la Doctrina Monroe (basada en la frase «América para los americanos») puede obligar a los Estados Unidos, aunque en contra de sus deseos, en casos flagrantes de injusticia o de impotencia, a ejercer un poder de policía internacional".

Es decir, que esta nación, caritativa y omnipotente, ofrecía su colaboración a quien la necesitase, o no, porque han sido ellos mismos los que determinaron adónde era necesaria su intervención, en base a lo que indicaba su particular oráculo.

En su nombre se autoproclamaron amos y señores del Caribe, apoyaron la independencia de Panamá y se quedaron con el canal que une ambos océanos; intervinieron en Nicaragua contra el presidente nacionalista José Zelaya, país que se vio obligado a suscribir un acuerdo por el cual recibiría un préstamo norteamericano y a cambio de ello entregaba sus aduanas a un administrador estadounidense, y que volvieron a invadir varias veces hasta la instauración de Somoza; los marines americanos desembarcaron también en Haití, isla en la que permanecieron durante 18 años, y en República Dominicana permitiendo a los capitalistas norteamericanos extender y consolidar su control sobre los ingenios azucareros y otras fuentes de riqueza.

Fue por ello también que el presidente Woodrow Wilson llevó a los Estados Unidos a la Primera Guerra Mundial con el argumento de que «El mundo debe hacerse seguro para la democracia», es decir que los Estados Unidos tenían como misión ser un líder mundial para la causa de la democracia. Esta visión estadounidense de sí misma como el líder del mundo libre crecería más fuerte en el siglo XX después de la Segunda Guerra Mundial.

El auge de la guerra fría llevó a los norteamericanos a colocar la seguridad militar y policial por encima de cualquier otra consideración en lo referente a los países subdesarrollados sometidos a su hegemonía. La política de luz verde a las corrientes autoritarias conservadoras, junto con la práctica de calificar de comunistas a todos los movimientos populares tendientes hacia la transformación del sistema social, hicieron posible el derrocamiento de los gobiernos democráticos de Venezuela y Perú en 1948 y de Cuba en 1952. Los Estados Unidos también lograron que la revolución boliviana fuera meramente reformista.

En la primera mitad de la década de los cincuenta, los norteamericanos participaron activamente en la caída del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz.

Después de que triunfa la revolución cubana los Estados Unidos intervienen infructuosamente en el desembarco a Bahía de Cochinos en 1961 y en 1962. Sin embargo han logrado que los países latinoamericanos declaren que el sistema cubano es incompatible con el sistema interamericano, dominado y estructurado por ellos mismos.

Con la guerra de Vietnam, esta idea de ser los estadounidenses un pueblo diferente a los demás y perseguir unos ideales más elevados que la mera codicia o expansión demográfica, se vio seriamente dañada por el hecho de apoyar a gobiernos dictatoriales, con generales que llegaron a proclamar en público su admiración por Hitler, realizar bombardeos masivos o cometer matanzas contra la población civil indefensa.

Sin embargo, ha quedado demostrado que, con mayor o menor encubrimiento, la confianza divina depositada en este país se ha ido renovando periódicamente, y no han sido pocas las veces que la libertad y la justicia han golpeado sus puertas. Y ahí nomás, sin dudarlo, como su deber lo impone, han ido los marines a meterse y a cumplir con el Destino manifiesto.