May Pierstorff, una niña de 4 años de Grangeville (Idaho), pidió a sus padres en febrero de 1914 visitar a su abuela en Lewiston. El problema es que se encontraba a 75 millas de distancia, y comprar un billete de tren costaba lo que sus padres ganaban en más de una semana de trabajo.
Como no querían que su hija se quedara sin ver a su abuela pensaron en una solución. Se preguntaron en otras formas de que la niña llegara a su destino y cayeron en la cuenta de que no existía un reglamento sobre el envío de personas por paquete postal. Dicho y hecho, lo pensaron y se pusieron en marcha. Decidieron “enviarla por correo”.
El 19 de febrero de 1914 la niña y sus padres fueron a la oficina de correos en Grangeville donde pesaron a May. Las 48 libras y media que pesaba el "paquete" no superaban el límite permitido de 50 libras.
Franquear la niña costo 53 céntimos en sellos. El encargado de correos los pego en el abrigo de May. Y así, con sus sellos puestos, la niña viajó en el compartimento de correo del tren y llegó sin ningún rasguño a su destino, la casa de su abuela. Leonard Mochel fue la persona encargada de dejar a May en la casa de su abuela según recogen los archivos del National Postal Museum.