La cámara enfoca al militar mientras dispara. Unos segundos más tarde, cae y, boca arriba, muestra el cielo. En 1973, al camarógrafo argentino Leonardo Henrichsen le tocó grabar su propia muerte. Había ido a Chile a cubrir las tentativas de golpes previos al definitivo que dio Augusto Pinochet. Cuando se desató el levantamiento militar conocido como "el tanquetazo", salió a la calle a registrar lo que ocurría y una patrulla militar lo fusiló. A pesar de que el rostro de su asesino había quedado registrado en la cinta que luego recuperaría un compañero de la víctima, nunca se conoció su identidad.
Sin embargo los hijos de Leonardo, Josephine y Andrés, no pararon hasta hacer justicia, y en el año 2005 desenmascararon al asesino que fue juzgado.