En el siglo XIII, una devastadora plaga se desató desde el corazón de Asia Central, propagándose entre todas las tierras comprendidas entre China y Polonia.
Las tribus mongolas surgieron violentamente de las Estepas de Asia, y con una ferocidad insólita emprendieron una campaña de sanguinarias conquistas que se prolongaría durante todo un siglo, arrasando todo a su paso e infundiendo el terror en todo el mundo conocido.
Los mongoles eran guerreros natos. Sus tácticas bélicas, su extraordinario valor, y su extraordinaria pericia como jinetes y arqueros, son hoy legendarias.
Sólo necesitaban un líder que los organizara, los disciplinara y los llevase por el camino de la victoria. Y este fue fue Genghis Khan, quien adosó al valor de sus hombres, la inteligencia y la estrategia necesarias para conquistar la mayor parte del mundo.
Su nombre original era Temüjin y había nacido en torno al año 1167. Su padre fue asesinado por una tribu rival cuando él contaba con sólo 9 años, viéndose obligado a huir con el resto de su familia. Durante aquel exilio conoció a Börte, su futura esposa, quien más tarde sería secuestrada por otra tribu que se adentró en su campamento. Temüjin se dispuso a rescatarla y para eso no hizo concesiones, recabó todo el apoyo posible y cumplió su cometido, destrozando a sus enemigos. A partir de aquel momento, su prestigio y su poder se fue esparciendo entre muchas tribus con las que fue pactando, reclamando y recuperando los bienes de quienes mantenían deudas con su padre.
Así fue creciendo su fama y su ejército y en el año 1202 cercó y venció a los Tártaros en la Mongolia oriental. Con esta gran victoria, y aprovechándose de los continuos enfrentamientos tribales, Temüjin extendió su hegemonía por la región, de modo que al cabo de poco tiempo, muchos otros líderes mongoles le habían jurado lealtad y lo habían proclamado Soberano Universal, y en 1206, con la mayoría de las tribus mongolas gobernadas por un solo líder por primera vez en su historia, fue proclamado Rey o Khan de Mongolia.
Una vez asegurada su posición en tierras mongolas, Genghis pudo poner sus miras en la dominación de otros países, y el primer objetivo que se fijó fue la vecina China, asolada por muchas divisiones intestinas.
Tras varias batallas contra los tres Imperios que gobernaban China, el ejército mongol, con 180.000 hombres se internó hasta situarse a sólo 40 km de Pekín. Para poder doblegar la resistencia de esta ciudad, recurrió a los conocimientos de ingeniería de prisioneros chinos, gracias a lo cual pudo fabricar máquinas de asedio, y adiestrar a sus tropas convenientemente. Este fue uno de los aspectos más positivos de Genghis como militar, el absorver los conocimientos y las experiencias de los enemigos derrotados para utilidad de su propio ejército.
Cuentan la historia que durante el asedio a una ciudad china que era completamente inexpugnable, Genghis Khan dio una nueva prueba de su genio estratégico. Prometió a sus adversarios: “Denme todos los pájaros de su ciudad y yo los dejaré en paz”. Los chinos hicieron lo que pedía y entregaron las aves en grandes jaulas, creyendo sacarse el problema de encima. Pero cuando el Khan los tuvo en su poder, les prendió fuego, y éstos volaron hacia sus nidos en los tejados de la ciudad, incendiándola, y los desesperados habitantes corrieron fuera de ella, cayendo en medio de las espadas mongolas.
Finalmente en 1214 el Emperador Chino acabó por capitular, entregando a su hija a Genghis Khan junto con mil niños destinados a la esclavitud, 3.000 caballos, e inmensas cantidades de oro, plata y seda. Pekín abrió sus puertas a los mongoles, que no demostraron la más mínima piedad y saquearon salvajemente la ciudad.
En la primavera de 1216, decidió centrar sus esfuerzos en la región actual de Irán, donde habían cometido el grave error de atacar a una caravana de mongoles y de asesinarlos, y como si esto fuera poco para ofender al Khan, los embajadores mongoles que acudieron luego exigiendo una explicación, también fueron ejecutados. La respuesta de Genghis Khan fue escalofriante: “Han optado por la guerra, lo que tenga que ser, será, y desconocemos las consecuencias”. Como pueden ustedes imaginar, mejor no profundizar acerca de las represalias. Luego le siguieron Pakistán, y el norte de la India.
Como ya hemos contado en otra burbuja, la picardía militar de Genghis Khan no conoció límites. En una batalla crucial, contra sus enemigos Targutai y Yamuga, viéndose en inferioridad de condiciones, hizo que cada soldado hiciera un muñeco del porte de una persona y lo pusiera en su caballo de reserva. Así su ejército simuló ser dos veces más numeroso, atemorizando a sus adversarios, lo que fue crucial para el desenlace de la batalla.En 1227 murió con 65 años, dejando un Imperio que se extendió a un ritmo desconocido en toda la Historia de la Humanidad desde las costas de China hasta el Mar Caspio.
Su hijo continuó con sus conquistas y los saqueos, hasta que los mongoles llegaron a las puertas de una Europa muy dividida por entonces. Todo estaba dado para dar el último gran paso, Viena estaba a punto de ser sitiada, cuando siendo el año 1241, el nuevo líder murió repentinamente en la capital del Imperio. Milagrosamente para el viejo continente, los generales mongoles que controlaban la ofensiva, regresaron a Oriente con sus tropas y jamás volvieron.
Tal vez la ausencia del viejo caudillo y de su heredero los había dejado sin la fortaleza y la ambición necesarias para seguir adelante. Aquel que los había unido y los había convertido en el ejército más temible de todos los tiempos.
Su nombre sigue dando cierto pavor, y aún parecen sonar sus palabras: "No hay mayor placer que derrotar a tus enemigos y perseguirlos. Despojarlos de sus riquezas, y ver sus seres queridos deshacerse en lágrimas, montar sus caballos y estrechar contra tu pecho a sus hijas y esposas".
Las tribus mongolas surgieron violentamente de las Estepas de Asia, y con una ferocidad insólita emprendieron una campaña de sanguinarias conquistas que se prolongaría durante todo un siglo, arrasando todo a su paso e infundiendo el terror en todo el mundo conocido.
Los mongoles eran guerreros natos. Sus tácticas bélicas, su extraordinario valor, y su extraordinaria pericia como jinetes y arqueros, son hoy legendarias.
Sólo necesitaban un líder que los organizara, los disciplinara y los llevase por el camino de la victoria. Y este fue fue Genghis Khan, quien adosó al valor de sus hombres, la inteligencia y la estrategia necesarias para conquistar la mayor parte del mundo.
Su nombre original era Temüjin y había nacido en torno al año 1167. Su padre fue asesinado por una tribu rival cuando él contaba con sólo 9 años, viéndose obligado a huir con el resto de su familia. Durante aquel exilio conoció a Börte, su futura esposa, quien más tarde sería secuestrada por otra tribu que se adentró en su campamento. Temüjin se dispuso a rescatarla y para eso no hizo concesiones, recabó todo el apoyo posible y cumplió su cometido, destrozando a sus enemigos. A partir de aquel momento, su prestigio y su poder se fue esparciendo entre muchas tribus con las que fue pactando, reclamando y recuperando los bienes de quienes mantenían deudas con su padre.
Así fue creciendo su fama y su ejército y en el año 1202 cercó y venció a los Tártaros en la Mongolia oriental. Con esta gran victoria, y aprovechándose de los continuos enfrentamientos tribales, Temüjin extendió su hegemonía por la región, de modo que al cabo de poco tiempo, muchos otros líderes mongoles le habían jurado lealtad y lo habían proclamado Soberano Universal, y en 1206, con la mayoría de las tribus mongolas gobernadas por un solo líder por primera vez en su historia, fue proclamado Rey o Khan de Mongolia.
Una vez asegurada su posición en tierras mongolas, Genghis pudo poner sus miras en la dominación de otros países, y el primer objetivo que se fijó fue la vecina China, asolada por muchas divisiones intestinas.
Tras varias batallas contra los tres Imperios que gobernaban China, el ejército mongol, con 180.000 hombres se internó hasta situarse a sólo 40 km de Pekín. Para poder doblegar la resistencia de esta ciudad, recurrió a los conocimientos de ingeniería de prisioneros chinos, gracias a lo cual pudo fabricar máquinas de asedio, y adiestrar a sus tropas convenientemente. Este fue uno de los aspectos más positivos de Genghis como militar, el absorver los conocimientos y las experiencias de los enemigos derrotados para utilidad de su propio ejército.
Cuentan la historia que durante el asedio a una ciudad china que era completamente inexpugnable, Genghis Khan dio una nueva prueba de su genio estratégico. Prometió a sus adversarios: “Denme todos los pájaros de su ciudad y yo los dejaré en paz”. Los chinos hicieron lo que pedía y entregaron las aves en grandes jaulas, creyendo sacarse el problema de encima. Pero cuando el Khan los tuvo en su poder, les prendió fuego, y éstos volaron hacia sus nidos en los tejados de la ciudad, incendiándola, y los desesperados habitantes corrieron fuera de ella, cayendo en medio de las espadas mongolas.
Finalmente en 1214 el Emperador Chino acabó por capitular, entregando a su hija a Genghis Khan junto con mil niños destinados a la esclavitud, 3.000 caballos, e inmensas cantidades de oro, plata y seda. Pekín abrió sus puertas a los mongoles, que no demostraron la más mínima piedad y saquearon salvajemente la ciudad.
En la primavera de 1216, decidió centrar sus esfuerzos en la región actual de Irán, donde habían cometido el grave error de atacar a una caravana de mongoles y de asesinarlos, y como si esto fuera poco para ofender al Khan, los embajadores mongoles que acudieron luego exigiendo una explicación, también fueron ejecutados. La respuesta de Genghis Khan fue escalofriante: “Han optado por la guerra, lo que tenga que ser, será, y desconocemos las consecuencias”. Como pueden ustedes imaginar, mejor no profundizar acerca de las represalias. Luego le siguieron Pakistán, y el norte de la India.
Como ya hemos contado en otra burbuja, la picardía militar de Genghis Khan no conoció límites. En una batalla crucial, contra sus enemigos Targutai y Yamuga, viéndose en inferioridad de condiciones, hizo que cada soldado hiciera un muñeco del porte de una persona y lo pusiera en su caballo de reserva. Así su ejército simuló ser dos veces más numeroso, atemorizando a sus adversarios, lo que fue crucial para el desenlace de la batalla.En 1227 murió con 65 años, dejando un Imperio que se extendió a un ritmo desconocido en toda la Historia de la Humanidad desde las costas de China hasta el Mar Caspio.
Su hijo continuó con sus conquistas y los saqueos, hasta que los mongoles llegaron a las puertas de una Europa muy dividida por entonces. Todo estaba dado para dar el último gran paso, Viena estaba a punto de ser sitiada, cuando siendo el año 1241, el nuevo líder murió repentinamente en la capital del Imperio. Milagrosamente para el viejo continente, los generales mongoles que controlaban la ofensiva, regresaron a Oriente con sus tropas y jamás volvieron.
Tal vez la ausencia del viejo caudillo y de su heredero los había dejado sin la fortaleza y la ambición necesarias para seguir adelante. Aquel que los había unido y los había convertido en el ejército más temible de todos los tiempos.
Su nombre sigue dando cierto pavor, y aún parecen sonar sus palabras: "No hay mayor placer que derrotar a tus enemigos y perseguirlos. Despojarlos de sus riquezas, y ver sus seres queridos deshacerse en lágrimas, montar sus caballos y estrechar contra tu pecho a sus hijas y esposas".