En la película de Leonardo Fabio "Nazareno Cruz y el lobo", hay una pasaje en que el diablo (Alfredo Alcón) mantiene un diálogo con el personaje principal (Juan José Camero) que resulta altamente emotivo. En el mismo, el diablo le confiesa a Nazareno que está cansado y le pide que interfiera ante Dios para poder sentarse con él a charlar un poco.
Si estamos de acuerdo en que tanto Dios como el diablo vienen a representar el bien y el mal que conviven dentro nuestro, esto es más o menos lo que deberíamos hacer los hombres de una vez, sentarnos a charlar un rato. Musulmanes, judíos, católicos, protestantes, budistas, negros, blancos, amarillos, arios, semitas, sentarnos a charlar un rato y ponernos de acuerdo.
Quizás así entenderemos que hay mucho en manos de pocos y nada en manos de muchos, que son pocos los niños que crecen y muchos los niños que mueren, que es mucho el tiempo que se pierde y es poco el que se gana, que hay mucha gente muriendo y poca viviendo, que la felicidad debe ser para todos y la pobreza para nadie, que el odio lleva a la guerra y que la guerra no lleva a ningún lado, que la solución está en nuestras manos y que no estamos en manos de nadie.
Quizás así podamos encontrar las respuestas que siguen flotando en el viento.