Miguel Hernández formó parte de la Generación del poetas del 27, el más joven de ellos; en sus versos reflejó su origen humilde y su compromiso social y político con los que más sufrían.
Miguel Hernández Gilabert nació en la localidad alicantina de Orihuela el 30 de octubre de 1910, su familia compuesta por el matrimonio y cuatro hijos vivía del salario que obtenía el cabeza de familia dedicado a la crianza y pastoreo de ganado.
Miguel se incorporó al Colegio Santo Domingo a la edad de nueve años, allí conoció al que posteriormente sería su gran amigo Ramón Sijé. Aunque el pequeño destacaba en los estudios sobre todo en lectura, la precaria situación económica de su familia le obligó a abandonar las clases y ayudar a su padre con el ganado.
Pero el gusanillo ya le había entrado al joven pastor que se dedicaba a visitar con asiduidad la biblioteca del sacerdote y canónigo de Orihuela, Luis Almarcha, de donde tomaba prestados volúmenes que leía en sus horas de pastoreo en el campo.
Por sus manos pasaron los clásicos y descubrió el teatro por el que se sintió atraído, lo que le llevó a montar un grupo teatral con otros amigos y realizar actuaciones en la Casa del Pueblo y el Círculo Católico de Orihuela.
En 1925 Miguel Hernández empezó a escribir poesías inspiradas en su entorno, la huerta, la montaña, las cabras, etc. que serían publicadas en la prensa local de Orihuela. Es entonces cuando se reunió en una especie de grupo literario llamado “Grupo de Orihuela”, con Carlos Fenoll y Ramón Sijé. Para las reuniones utilizaban la tahona propiedad del padre de Carlos Fenoll.
Llevado por el éxito decidió ir a Madrid en 1931 para presentar su obra pero al no ser acogido como esperaba y acuciado de numerosos problemas económicos para sobrevivir en la capital regresó a Orihuela donde dos años después editó su primer libro “Perito en lunas”. De nuevo intentó la aventura madrileña en 1934 donde cumplió algunos objetivos al ser publicado en la revista “Cruz y Raya” lo que hizo que se relacionase con poetas como Alberti, Rosales, Aleixandre y Neruda.
La intensa vida en Madrid le llevó a colaborar en las Misiones Pedagógicas y en la enciclopedia “Los Toros” con José María de Cossío.
Una triste noticia de la que se enteró el día de Navidad de 1935, la muerte de su amigo Ramón Sijé, le hizo escribir uno de los poemas más bellos de la poesía contemporánea española, “la Elegía a Ramón Sijé”.
En verano de 1936 Miguel Hernández era conocido en los círculos intelectuales de la capital, había publicado un segundo libro “El rayo que no cesa” y frecuentaba a los grandes literatos del momento, pero un golpe duro se abate sobre la vida española, el 18 de julio de 1936 estalla la Guerra Civil y el alicantino se alista en el Ejército Popular donde es nombrado Comisario de Cultura.
Son años de lucha en España y de intensa participación política por parte de Miguel, casado con la joven de su mismo pueblo Josefina Manresa. Hernández se convirtió en un poeta soldado en el frente, luchando y recitando su poesía a los combatientes.
Al finalizar la guerra en 1939 Miguel intentó huir a Portugal pero fue detenido en la frontera, desde donde se le trasladó a Madrid y fue sentenciado a Pena de Muerte, castigo que se conmutó por 30 años de cadena perpetua.
En 1941 y después de haber sido trasladado a la prisión de Alicante se le manifestó una tuberculosis que le llevaría a la muerte en la enfermería del mismo centro el 28 de marzo de 1942 dejando un legado poético para las futuras generaciones en sus obras “Viento del pueblo”, “El labrador de más aire” o en sus poesías “Las nanas de la cebolla”, “El niño yuntero” o “Aceituneros”