Todos conocemos gracias al cine y a la televisión a Elliot Ness, el intrépido agente que se atrevió a meterse con los peces más gordos del hampa, metiendo la nariz en sus negocios arriesgando su vida.
En la burbuja de hoy viajaremos a aquellos bulliciosos años de las principales ciudades de Estados Unidos de América.
La historia había comenzado a principios de siglo pasado, con la llegada masiva de inmigrantes obreros a las ciudades de Nueva York y Chicago principalmente, generando una sub-cultura urbana cosmopolita basada en la afición al whisky y los Saloons. Allí se congregaban personajes de las más diversas nacionalidades que entre copa y copa, se olvidaban de sus vidas marginales y creaban lazos con gente de su misma condición.
Sin embargo, los ojos de los conservadores del orden social y la conducta rigurosa, pronto se posaron sobre ellos y alzaron sus voces de protesta. Así fue que en 1920 se aprobó la Ley Volstead, que prohibía la fabricación, venta o transporte de bebidas alcohólicas. Inmediatamente después de su sanción se destruyeron millones de litros de vino y licores, se clausuraron destilerías y las sentencias de cárcel por delitos relacionados con el alcohol empezaron a crecer. Aquellas medidas permitieron que el país registrara un descenso de la tasa de alcoholismo. En las zonas rurales y ciudades pequeñas, tuvo una acogida relativamente positiva, pero en las grandes ciudades la oposición popular fue enorme.
La cruzada había comenzado, pero hecha la ley hecha la trampa.
Con esto, comenzaron a reproducirse las tabernas clandestinas y los clubes nocturnos, al tiempo que aparecían los oportunos contrabandistas de licores. Incluso algunos de ellos, fabricaban su propia cerveza o elaboraban ginebra en las bañeras. El alcohol industrial se volvía a destilar y se convertía en ginebra y whisky sintéticos, muchos de ellos altamente venenosos, pues con solo tres vasos podía provocar la muerte. Hasta 1927, según el Departamento de Salud, había habido 50.000 muertos por ingestión de alcohol en mal estado, cegueras y parálisis aparte.
Y aquí surge la peor consecuencia de la Ley Seca, que fue estimular el crimen organizado. La prohibición hizo que jóvenes ambiciosos con inclinaciones delictivas aprovecharan las perspectivas de negocio que se les abrían. Gánsters como John Torrio y su archiconocido sucesor, Al Capone, se rodearon de auténticos ejércitos privados y se dedicaron a intimidar y liquidar a sus competidores, mientras obligaban a los propietarios de tabernas clandestinas a pagar su protección.
Su poder cada vez mayor le llevó a enfrentarse con otras bandas que se dedicaban al mismo negocio. Esta situación desembocó en una guerra entre bandas que acabó con la baja de 135 personas a manos de otros gángsters. En 1926 Al Capone, habiendo roto ya su relación con su socio, mantiene una reunión con el resto de los grupos mafiosos para alcanzar un acuerdo de cooperación. Sin embargo no todas las bandas se mostraron conformes con esta idea y dos de ellas se negaron a participar. A pesar de los atentados que sufrió por parte de los miembros de la banda de Aiello y de Moran, ninguno pudo acabar con su vida. Los primeros fueron asesinados. Los segundos acaecieron en la famosa matanza del Día de San Valentín en su garaje, a manos de los secuaces de Al Capone disfrazados de policías.
De todos los agentes de de la prohibición que lucharon por su cumplimiento, Elliot Ness se destacó por su defensa incorruptible de la Ley, y porque su misión fue nada más ni nada menos que acabar con Al Capone, o Scarface,como se le apodaba por su cicatriz en la cara, el indiscutible rey del hampa de Chicago.
Ness debía rastrear sus rutas de suministro y sus cervecerías ilegales. Para ello creó un equipo de cincuenta personas -que acabarían siendo sólo nueve- todas ellas a pruebas de sobornos. En pocos meses, y gracias a una amplia operación de intervención de teléfonos, destapó una extensa red de cervecerías que generaban millones de dólares de ganancias.
Capone, no se quedó quieto, y ejerció una presión constante sobre él y sus agentes. Incluso uno de sus amigos íntimos fue asesinado. Pero Ness jugó bien sus cartas. Aprovechó una de las múltiples tentativas de matarle para hacerse publicidad en los medios y ganar para sus hombres el apodo de “Los Intocables”.
Pese a todo, tanto el éxito del agente más famoso, como la imposición de la Ley Seca, tuvieron un resultado por demás paradójico. Ness entregó gran parte de su vida -y casi su vida misma-, vio morir a sus compañeros y amigos, pero a Capone nunca pudieron condenarle por su red de contrabando, sino solamente por evasión impositiva. Por el otro, la Ley Seca generó enormes fondos que luego fueron reinvertidos en otras formas criminales a gran escala, como el juego, la prostitución, la extorsión laboral y el tráfico de drogas. Su intento de purificar a la sociedad, terminó provocando, en gran parte, el despegue definitivo de las Mafias en Estados Unidos.
Una vez que ganó las elecciones el republicano Franklin Delano Roosevelt, el Congreso aprobó de inmediato la libre circulación de bebidas en los Estados Unidos.