Esta es la historia de una luchadora, de una valiente, de toda una mártir del movimiento conservacionista en nuestro planeta. Una rebelde que se plantó cara a cara con los furtivos en el Congo, en Uganda, en Rhuanda, y, ella sola con ayuda de unos pocos, consiguió mover el mundo.
Hasta su llegada a Africa, la vida de los gorilas de montaña estaba seriamente comprometida por el furtivismo. Había muchas modas en esa época, como las de profesionales liberales (médicos, abogados, ingenieros) los cuales en sus glamorosos despachos gustaban de colocar manos de gorila a modo de cenicero e incluso cabezas a modo de exhibición.
Gracias a personas como Dian Fossey, esa moda se extinguió, y se inició un movimiento de conservación, de lealtad, de compromiso hacia los gorilas de montaña, una de las especies más amenazadas del planeta. En el año 1960 se hizo un primer censo sobre los gorilas y la cifra era poco esperanzadora, había menos de 500.
Pocos años más tarde, cuando Dian llega al continente africano, esa cifra había disminuido a la mitad. Hoy en día, gracias a ella, se calculan unos 600, en una de las zonas más conflictivas del planeta.
Nació en San Francisco en 1932 y no tuvo una infancia feliz. Sus padres se separaron cuando ella contaba con 3 años, y dos años más tarde llegó a su hogar un padrastro que la trataba con desprecio. Aún así, se mostró disciplinada en los estudios, con mucho tesón y mucha aptitud para el trato con los demás.
Consiguió una Licenciatura en Terapia Ocupacional en 1954, y se especializó en el trabajo con discapacitados psíquicos, y se hizo un hueco en el corazón de muchos niños “especiales”. Usaba gestos, movimientos, mímica para comunicarse con ellos, y lo conseguía. Además Dian siempre mostró querencia por la naturaleza, y realizó dos cursos de preveterinaria que la familiarizaron con los animales y la ecología.
En 1960 tiene la oportunidad de leer los trabajos de George Schaller, el gran zoólogo que venía realizando el censo de los gorilas de montaña. En el Africa ecuatorial, una zona virginal pero también llena de conflictos bélicos, una zona jalonada por 8 majestuosos volcanes, cerca de los Grandes Lagos. La selva cubría el fértil suelo de esas montañas, y, por encima de la selva, la eterna niebla. Aquel refugio brumoso era el hogar de los gorilas de montaña.
En 1963 siente la llamada de Africa, abandona su trabajo y viaja al continente para entrevistarse con el famoso antropólogo británico Louis Leakey, que se encontraba en la zona. Este pensaba que el estudio de los gorilas ayudaría muchísimo a entender la evolución humana. Louis Leakey, contaba con un gran apoyo de National Geographic, pero necesitaba investigadores, censores, que pudieran quedarse una larga temporada en aquella zona tan difícil, de frío intenso y guerras interminables. Dian se presentó ante él y le dijo que ella estaba dispuesta a asumir ese reto, y éste decidió darle una oportunidad (aunque ella no era profesional en la materia, era autodidacta).
Dian llega a Birunga, y levanta su campamento. Los primeros resultados no son nada alentadores, no encontraban a ninguno (contaba con algunos guías y rastreadores). Se sabía que estaban allí, pero ¿dónde estaban? Durante 2 meses no hubo ningún resultado y, empezó a descorazonarse, pero volvió a intentarlo una y otra vez, hasta que un día, marchando por la selva con un explorador, pisó el excremento de un gorila de montaña. Los gorilas estaban cerca. A los pocos días, Dian se topa con el primer grupo de gorilas. Unas cuantas madres, unos pocos pequeños, y sobre todo un enorme macho de lomos plateados. El macho, al intuir su presencia, se incorporó, y con sus poderosos puños golpeó su pecho. El gorila los persigue hasta que consiguen esquivarlo, pero Dian está feliz, sabe que por fin ha conseguido su propósito, los ha localizado.
Cada mañana se iba acercando a ese grupo de gorilas, y, cada vez más cerca. Logra situarse a 18 metros de ellos y los observa, dibuja, anota cada gesto. Es testigo de algo incógnito hasta entonces para el ser humano. De los 18 mts pasa a los 9, a los 5; los gorilas empiezan a identificarla, saben que es ella. Las madres ya no se muestran nerviosas, el enorme macho ya siente indiferencia hacia ella, sabe que no es peligrosa, que no va a hacerles daño.
Y, finalmente, se consigue el milagro; logra mezclarse entre el grupo de gorilas, éstos la aceptan y dejan incluso que juegue con los pequeños. Las madres se dejan acariciar, pero el gran macho de lomos plateados sigue receloso, no se acerca a ella, tan solo observa. Fueron meses de intenso trabajo, y aquí, a Dian Fossey le vino muy bien su experiencia con niños especiales. Elaboró un lenguaje gestual y consiguió censar 220 gorilas de montaña, posiblemente ya los últimos.
El enorme macho se va acercando poco a poco, se van conociendo, cruzan sus miradas y, finalmente llegan a darse las manos. Al contemplar sus manos observa que su cuarto y quinto son palmípedos y por eso lo llamó Digit. Será el gorila más famoso de la Historia, aunque con un final triste y cruel.
En una de las masacres de los furtivos, su gran “amigo” Digit muere. Horrorizada descubre su cuerpo sin cabeza, manos ni pies. El alma de Dian quedó destrozada y creó un cementerio junto a su campamento donde le enterró con cuidado y le rindió homenaje. Iba a ser el primero pero no el último de los moradores de ese cementerio para gorilas. Era horrible ver como los furtivos incursionaban en la montaña y mutilaban a los gorilas.
Diane asumió una cruzada personal contra los furtivos, les puso trampas, denunció los hechos al Gobierno de Rhuanda, pero lo que no sabía ella era que los propios miembros del Gobierno estaban implicados en el furtivismo de la zona. Desesperada, escribe la historia de Digit y la envía al National Geographic y es publicada con unos resultados impensables. Miles de personas quieren saber más sobre estos animales. Se crea la Fundación “Digit” y gracias a la concientización de millones de personas, hoy en día podemos disfrutar de esta especie animal tan maravillosa.
A principios de los 70 surgía con fuerza el movimiento ecologista, las ganas por proteger la naturaleza. A principio de los 80, Diane comenzó a escribir un libro que llevó por título “13 años con los Gorilas”, conocido popularmente como “Gorilas en la Niebla”, y lo publicó en 1984. La noche del 27 de diciembre de 1985, Dian se encontraba en su cabaña de la montaña Birunga, alguien entró y acabó a machetazos con su vida de forma cruel y despiadada. Con el tiempo se supo que el asesino fue el hermano de la mujer del Presidente de Rhuanda, que fue detenido y llevado a un tribunal en Bélgica.
Pero con el cruel asesinato no consiguió su intención. A partir de la muerte de Dian, Rhuanda empezó a proteger a los gorilas de montaña. Dian dio su vida por la vida de muchos gorilas, Dian salvó la vida de la especie.